lunes, 14 de julio de 2014

Demasiado tarde como para volver a dormir

Pertenezco a una generación que ha madurado en medio del caos económico. Mezcla de impotencia y asco. Hoy, no me creo nada. Dudo. Buena señal. Pero hasta hace relativamente poco, mi ambición se limitaba a escoger entre el rojo y el azul. Me sentía importante. No era más que un pelele. Rojo o azul. Flora o fauna. Hierbajos o bichos.

Por aquel entonces la elección en mi cabeza era simple. Unos tan malos y tan bravucones, tan homófobos; otros tan bonachones, tan implicados, tan paritarios. Sí, veía demasiado La Sexta. Pero llegó el desplome económico. Y, con él, la pleitesía a una señora que se hace llamar canciller. La decepción y el vacío. El inmovilismo. Como el que ve llover. Igual. Sin embargo, también llegó la inquietud que provocaba la indignación. La bofetada que me espabiló. 

Ya no me creo nada. Estuvo en su mano ser el remolque de la deriva de una generación y no supieron qué hacer. Igual que nosotros. Se limitaron a velar la realidad. Cargar más la rabia. Y en la oposición, echar en cara que no se haga lo que ellos no se atrevieron a hacer. Un chiste. La deserción jurásica llega tarde. Se les ha hecho de noche y algunos seguimos despiertos.

Queda poco donde rascar. Ahora la altaneria de Pablo Iglesias no convence, pero sí ofrece una posibilidad. Un arma arrojadiza. Se agarra de la coleta, se zarandea, que coja inercia, y se lanza. Directa a la cabeza de los dos 'grandes'. La brecha de las europeas ahí la llevan. Y que preparen más tiritas. Un lavado de cara envuelto en papel de regalo no basta. Que dejen de soñar. Ya hemos despertado.