Por
aquel entonces la elección en mi cabeza era simple. Unos tan malos y
tan bravucones, tan homófobos; otros tan bonachones, tan implicados, tan
paritarios. Sí, veía demasiado La Sexta. Pero llegó el desplome
económico. Y, con él, la pleitesía a una señora que se hace llamar
canciller. La decepción y el vacío. El inmovilismo. Como el que ve
llover. Igual. Sin embargo, también llegó la inquietud que provocaba la
indignación. La bofetada que me espabiló.
Ya
no me creo nada. Estuvo en su mano ser el remolque de la deriva de una
generación y no supieron qué hacer. Igual que nosotros. Se limitaron a
velar la realidad. Cargar más la rabia. Y en la oposición, echar en cara
que no se haga lo que ellos no se atrevieron a hacer. Un chiste. La
deserción jurásica llega tarde. Se les ha hecho de noche y algunos
seguimos despiertos.